martes, 17 de junio de 2014

¿El arte produce emociones o las emociones producen arte?


Reflexiones tras una conversación con  
@vcuevas
@monparaiso 
@Yiyi70s 
@julianbeorn ,
gente que me hace pensar





                                                                                                Fuente:  Dorron (vía Flickr)

Estoy leyendo Estéticas del Media Art, un excelente conjunto de artículos coordinados por J.L. Crespo Fajardo , obra que recomiendo vivamente por sus interesantes reflexiones sobre las nuevas maneras de crear. 
Me interesa mucho la expresión creativa de las emociones. Seguí diariamente el proyecto Energy of the nation  que desarrolló EDF energy y un equipo del MIT durante los JJOO de Londres 2012.  Un algoritmo traducía  las energías positivas y negativas expresadas en Twitter bajo el hashtag #energy2012 y las convertía en un show lumínico de 24 minutos en el London Eye cada día a las 9 pm. Por primera vez, los big data no estaban al servicio del marketing, sino de la creación artística como producto de las emociones colectivas. 
 La idea ha dado un paso más allá  en el extraordinario montaje Unnumbered sparks  que Janet Echelman y Aaron Koblihan instalado en Vancouver con motivo del treinta aniversario del TED. Se trata de una enorme escultura  hecha con una red de fibra colgada entre dos edificios que se ilumina por la noche. Los visitantes pueden pintar en este monumental lienzo con sus smartphones e interactuar entre ellos. Los resultados son espectaculares.           
               



Esto va mucho más allá de la Obra Abierta de Eco, según el cual, en el acercamiento a la obra no sólo intervenían los paradigmas culturales, sino que también había que contar con la experiencia vital del espectador. Así,toda sensibilidad estaba mediada y toda obra,abierta a cualquier lectura.Tantas como público tuviera. Aún así, Eco abogaba por una participación más mental que física. El autor agonizaba, pero aún no moría.
 Sin embargo, en esa estética de nuevo cuño, el autor desaparece  en tanto que demiurgo artesano y se convierte en un ideólogo, en un facilitador de la  idea que el espectador convertirá en arte, co-creará o creará a secas. Sin la actividad del  receptor no hay  obra de arte. La obra, objetivamente, no existe. Sólo en esa permanente creación-recreación se concreta y la autoría se vuelve rizoma. 
Naturalmente, la libertad no es total. El diseño de la red la refrena, pero también  la salva de la dispersión y permite que se vuelva social, compartida, plural, además de polisémica, polifónica... artificialmente estructurada, pero dinámica y viva.
¿No deberíamos trasbasarlo a otros campos como la Educación? Las nuevas tecnologías no significan la muerte del docente (¡esa tendencia barthiana al Apocalipsis!), sino un nuevo reparto del poder, temido por algunos más que la propia muerte. Los smartphones se han vuelto imprescindibles, pero las ganas de participar también. No habrá revolución hasta que el alumnado no actúe y se comprometa como lo están haciendo otros sectores. Por muy artista que sea el docente no puede seguir empujando el carro de la Educación sólo con su entusiasmo. Nuestro ánimo también se agota.


No hay comentarios:

Publicar un comentario